La sucesión de la hamaca y un proyecto de Carlos Raúl Villanueva
Breve reseña de un bártulo desconocido / ERICA SOGBE
Es necesario arrancarse del ojo y del lápiz la forma-dormitorio, la forma-cocina, la forma-escalera, la forma-estar-comedor, la forma-ventana; que como rutinarios frutos de memoria y experiencia nos guían y por lo tanto, nos limitan y nos condicionan a esos viejos moldes convencionales.
Carlos Raúl Villanueva[1]
La vista interior de una casa de Carlos Raúl Villanueva iniciará nuestra exploración. Se trata del salón de la Casa Sotavento [Caraballeda, Venezuela. 1957-1958], una vivienda de vacaciones para uso personal del propio arquitecto, y emplazada en las proximidades del litoral caribeño. La perspectiva de esta sala expondrá al principal sector de tránsito en la vivienda, y que al mismo tiempo será la estancia cardinal en el desarrollo de la vida doméstica.
Inmediatamente nuestra contemplación otorgará el protagonismo a una serie de hamacas dispuestas en aparente desorden por toda la habitación. A pesar de no ser las únicas piezas de mobiliario, imponen su presencia por encima de las diversas butacas de mimbre; de las mesas perimetrales; llegando incluso a aplacar la existencia de la clásica silla Nº 14 de Michael Thonet.
Planta baja y superior casa Sotavento
(Caraballeda, Venezuela. 1957-58). Arqu. Carlos Raúl Villanueva.
La disposición incierta hace pensar inicialmente en las dificultades implícitas del habitante al andar, siendo que este espacio es lugar de encuentros y de transiciones. Al mismo tiempo sorprenderá la ausencia de un mueble clásico de las salas de estar, ya que justamente estas hamacas serán el principal sustituto del sofá convencional.
Esta suerte de mueble de descanso es mejor conocido en Venezuela a través del vocablo indígena “chinchorro”, y sus múltiples presentaciones devienen de las variadas aplicaciones a las que puede dar respuesta. Así, esta delgada red podrá ser de tela o de fibras vegetales; su superficie podrá variar según el número de ocupantes que deba acoger; y su entramado podrá ser más o menos denso según los requerimientos ambientales.
Disposición de una hamaca plegada en Sotavento
En los páramos y las poblaciones andinas las preferirán de tejidos cálidos y entramado denso, mientras que en las zonas bajas se sustituirá el algodón o la lana por fibras de Palma Moriche [Mauritia flexuosa L.F.], que por su flexibilidad permitirá la distensión del tejido obteniendo el paso del viento en las horas más calurosas. Sede de juegos infantiles, este columpio doméstico también variará en altura dependiendo en muchos casos de la edad del usuario y de su disposición física. Su posición prácticamente a ras del pavimento será idónea para niños y ancianos, mientras que los más temerarios preferirán la inaccesibilidad y la altura.
Los flecos decorativos que se desprenden de su estructura principal provienen, en su versión larga y desplegada de influencias hispánicas, y en la variante corta, de la tradición indígena local. Sin embargo la presencia de estos colgantes no responderá únicamente a fines ornamentales, sino más bien a una necesidad casual de aislamiento. A partir de esto es posible que, tras encontrarnos yaciendo cómodamente sobre el chinchorro, estas extensiones de tejido pueden ser empleadas como una suerte de envolvente corporal. Consolidando así un espacio absolutamente íntimo y cálido, que al mismo tiempo aísla de insectos y otras inclemencias tropicales. En este estado el morador del chinchorro podrá además mirar sin ser visto, y luego emprender un agradable sopor acompasado por el lento vaivén que se sentirá desde el interior de esta crisálida tropical.
La voluntad del usuario definirá la realización de estas actividades de forma individual o colectiva, ya que la hamaca aparte de un instrumento de introspección, también podrá ejercer labores convencionales como las realizadas por el clásico sofá doméstico. La disposición transversal del cuerpo permitirá la presencia simultánea de varios ocupantes, lo que ayuda a comprender las imágenes interiores de Sotavento como posible sede de animadas conversaciones familiares.
Vista de corredor perimetral en una casa de hacienda colonial
ubicada en El Tocuyo (Estado Lara, Venezuela)
Sin embargo el uso de la hamaca como mobiliario cardinal no será invención de Villanueva, sino más bien fruto de una herencia ancestral aun vigente en el centro de la Amazonia. Sus orígenes indígenas evolucionarían hasta apoderarse de espacios foráneos como los zaguanes y corredores de las casas coloniales, e incluso las cocinas y patios interiores, en una herencia que enfatizó la idea de familia como colectivo cambiante. Esta concepción comunitaria de la experiencia doméstica definiría la morfología y utilización de la sala como estancia híbrida.
El salón de Sotavento tampoco será inamovible. Las hamacas redefinirán ámbitos nuevos una y otra vez, hasta llegar a desaparecer de la habitación liberando totalmente el tránsito a través de ella.
Tampoco existirán mayores fronteras entre la sala y el exterior. A través de las hamacas el habitante podrá contemplar muy en el fondo otros juegos de densidades y entramados proporcionados por la naturaleza inmediata. El salón reconfigurado será esencia de trópico, de luz y de viento transponiéndolo todo, incluso a un mobiliario acorde con esta condición de tránsito y flujo permanente.
Vista desde el exterior de casa Sotavento
Al caminar por Sotavento, debemos abrirnos paso entre una hermosa y confusa urdimbre, de la misma manera en que lo haríamos si caminásemos en medio de una tupida vegetación. Esta transposición flexible se traducirá también en la vivencia de una estancia dinámica capaz de compaginar lo universal con lo regional en un pabellón situado en medio del jardín.
Es arriesgado afirmar que los sistemas de mobiliario pueden condicionar la percepción de un espacio arquitectónico, pero en el caso del salón de Sotavento, y más específicamente en sus hamacas, se encontrará gran parte del germen proyectual de la vivienda. Estos sustitutos tropicales del sofá, condicionaron históricamente los mecanismos de interacción comunal en la casa latinoamericana, donde el dormir-comer-estar dependió siempre de parámetros poco rigurosos y de convenciones sociales fluctuantes.
[1] Villanueva, Carlos R. (1966). Caracas en Tres Tiempos. Caracas: Ediciones Comisión de Asuntos Culturales, Cuatricentenario de Caracas, p. 69.
3 comentarios:
Excelente artículo, lo disfruté mucho
Me alegro que te gustara!
No seria posible conseguir los planos?
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